La inundación que casi acaba con México Tenochtitlán

MEXICO TENOCHTITLAN
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La falta de agua en algunas zonas y las inundaciones son dos problemas que han afectado a la Ciudad de México desde épocas muy remotas.

En el caso de las inundaciones, se tiene registro que una anegación fue el desastre que más estragos causó en la antigua ciudad de México Tenochtitlan.

En la época prehispánica, durante el reinado de Ahuitzotl (quien gobernó de abril de 1486 a septiembre de 1502), se decidió construir un acueducto que llevara agua de los manantiales de Coyoacán a Tenochtitlan.

Ahiutzotl envió a sus emisarios para que convencieran a Tzotzoma, gobernante de Coyoacán de la obra; sin embargo, esto no fue así.

El tlatoani Ahuitzotl
El tlatoani Ahuitzotl

El señor de Coyoacán, quien era considerado un gran hechichero, se negó y trató de disuadir a los enviados de Ahuitzotl. Al final, los emisarios del tlatoani terminaron por ahorcar a Tzotzoma y libraron así el único obstáculo que tenían para construir el acueducto.

La obra se inició en breve y concluyó al poco tiempo; a la usanza de cómo ocurre actualmente, el acueducto fue inaugurado en medio de una gran celebración, en la que Ahuitzotl y los más altos sacerdotes mexicas invocaron y dieron la bienvenida a Chalchiuhtlicue, la de la falda de turquesa. (Esta diosa es considerada como la deidad del agua, es la advocación femenina de Tláloc; su representación más conocida es el monolito que se encuentra a las afueras del Museo Nacional de Antropología).

Chalchiuhtlicue
Chalchiuhtlicue. FOTO: INAH

Después de realizar su ceremonia, llena de cantos y sacrificios humanos, el emperador mexica dio la orden de poner el funcionamiento el acueducto.

Cual fue la sorpresa de Ahuitzotl y de todo el pueblo mexica que el agua salió con tal fuerza que el acueducto fue insuficiente para contenerla.

Al cabo de 40 días, la situación se volvió muy grave. El nivel del agua en Tenochtitlan subió tanto que inundó cientos de casas; algunas de las viviendas se vinieron abajo. Los campos de cultivo y sembradíos también resultaron afectados; muchas personas murieron ahogadas. Incluso, el propio emperador tuvo que resguardarse en la parte superior del templo para no ser arrastrado por el agua.

Las crónicas de la época señalan que Ahuitzotl temía una rebelión del pueblo pues eran muchas las quejas e inconformidad por el desastre que trajo el acueducto.

El tlatoani, temeroso de que la gente se rebelara, acudió con Netzahualpilli, rey de Texcoco, a pedirle consejo, quien sabiamente le dijo estas palabras:

“Ahora, señor, os quejáis y teméis, le dijo éste con buen juicio, si se hubiera evitado este inconveniente, no se mirara anegado todo, pues de ellos fuísteis avisado por el rey Tzotzoma de Coyoacán, que lo mataste por ello”.

Netzahualpilli asumió el control de los trabajos para reparar la obra; aunque primero se realizaron otros sacrificios humanos de varios funcionarios, cuyos corazones fueron arrojados junto con piedras preciosas y otros tesoros al agua, para calmar la ira de los dioses.

Posteriormente 15 buceadores se zambulleron para tapar las aberturas por las que al agua salía con tanta fuerza. Días después se empleó un dique de argamasa para sellar definitivamente la fuente.

La mala planeación del acueducto le costó muy caro a Tenochtitlan; hubo que ayudar a la población para reconstruir sus casas, además de que se les distribuyeron alimentos, canoas para resguardarse y salvar sus pocas pertenencias, y ropa seca.

La inundación también tuvo graves consecuencias en la salud de Ahuitzotl, pues el emperador sufrió un fuerte golpe cuando intentaba resguardarse.

Según el cronista Ixtlilxóchitl, las secuelas del golpe a la larga causaron la muerte del emperador.

Esta es la inundación más grave que sufrió Tenochtitlán de la que se tiene registro, pero se sabe que no fue la única, pues cada temporada de lluvias, como ahora sucede, la ciudad padeció de la ira de Tláloc.

Con información del libro ‘La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista‘ de Jacques Soustelle, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE).

 

 

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