Así llegaron las jacarandas a la CDMX

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La floración de las jacarandas es uno de los momentos más bellos que regalan estos árboles a los habitantes –y visitantes– de la Ciudad de México.

Las ramas cubiertas de flores violeta mecidas por el viento o las alfombras de esas flores de jacaranda que tejen sobre las calles son el primer aviso de la primavera que se aproxima a la CDMX.

La historia de las jacarandas en la Ciudad de México inicia de la mano de un inmigrante japonés llamado Tatsugoro Matsumoto.

Fue Matsumoto quien recomendó al presidente Álvaro Obregón que se plantaran árboles de jacaranda en las principales avenidas de la Ciudad de México, debido a que las condiciones climatológicas de la capital mexicana eran ideales para este árbol. Además, las flores de jacaranda sobrevivirían más tiempo ante la ausencia de lluvia en la CDMX durante la temporada de su floración.

De acuerdo con información del investigador Sergio Hernández Galindo, quien es egresado en el Colegio de México y especialista en estudios japoneses, Matsumoto fue uno de los primeros emigrantes de Japón que arribó a México.

Tatsugoro era un especialista en jardines y botánica; antes de visitar México estuvo en Perú donde creó un jardín japonés en la Quinta Heeren.

Fue ahí donde conoció a un próspero minero y hacendado mexicano, José Landero y Coss, quien tras conocer el hermoso jardín japonés que creo Tatsugoro, le pidió que diseñara un espacio similar para su hacienda, ubicada en las inmediaciones de Pachuca.

Tras concluir el encargo en la Hacienda de San Juan Hueyapan, Matsumoto regresó a Japón, con el plan de visitar a su esposa; sin embargo, su intención era ya desde entonces regresar a México y establecerse en nuestro país.

Matsumoto lo consiguió y volvió a México, donde gracias a la belleza de su trabajo logró destacar y entablar relación con el gobierno de Porfirio Díaz, quien incluso le pidió que se hiciera cargo de los arreglos florales y jardines del Castillo de Chapultepec. 

A pesar del caos que representó la lucha armada de la revolución, Matsumoto consiguió mantener su negocio. Y cuando la situación política se estabilizó, tuvo a bien acercarse al presidente Obregón y recomendarle la plantación de jacarandas.

Años más tarde, el gobierno de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) le pidió al gobierno japonés la donación de árboles de cerezo para plantarlos en las principales avenidas de la Ciudad de México, como símbolo de la amistad entre Japón y México.

El Ministerio del Exterior de Japón consultó entonces a Tatsugoro Matsumoto, para conocer su opinión sobre si los cerezos eran aptos para la CDMX.

Matsumoto explicó al gobierno japonés y al mexicano que el proyecto no era posible, pues la flor de cerezo requiere un cambio brusco de temperatura entre el invierno y la primavera para florecer, situación que no ocurre en México.

Por esa razón los cerezos no llegaron ni florecieron en México; pero Matsumoto sabía que las jacarandas si lo harían. Y no se equivocó.

EL DATO

Sergio Hernández Galindo es egresado de El Colegio de México donde se especializó en estudios japoneses. 

Su más reciente libro es “Los que vinieron de Nagano. Una migración japonesa a México” (2015). También es reconocido por su libro “La guerra contra los japoneses en México. Kiso Tsuru y Masao Imuro, migrantes vigilados”, en la que explicó las consecuencias que el enfrentamiento entre Estados Unidos y Japón acarreó para la comunidad japonesa décadas antes del ataque a Pearl Harbor en 1941.

Actualmente es profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos del  Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

 

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