Restauran espacios y bienes del Ex Convento de Churubusco

FB
TW
WA
Email
Telegram

Seis espacios y bienes culturales del Museo Nacional de las Intervenciones (MNI), recinto albergado en el Ex Convento de Churubusco, son estudiados y restaurados por profesores y alumnos de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM). Se trata de la escultura de un león, una piedra con relieve, la fuente del huerto, portada y obra mural de la capilla, así como un lavamanos.

Los trabajos, bajo la coordinación de la profesora Martha Isabel Tapia González, apoyada de un equipo multidisciplinar docente, son efectuados por alumnos del quinto y sexto semestre de la licenciatura de Restauración, como parte del Seminario Taller de Restauración de Obra Mural (STROM) de la escuela perteneciente al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que busca acercar a los estudiantes al proceso teórico-metodológico para la conservación y la restauración in situ.

La especialista informó que durante nueve meses (semestre y medio), dentro del STROM se tienen clases teóricas impartidas en aula, pero también es recurrente salir a campo para que los alumnos conozcan sobre materiales y técnicas constructivas, así como acerca del deterioro en los bienes culturales, con el objetivo que junto con los profesores deliberen sobre los procedimientos adecuados para cada intervención.

“Trabajamos con geólogos que ayudan en la identificación de piedras, arquitectos que asisten sobre materiales y técnicas constructivas de inmuebles; historiadores, antropólogos, químicos, restauradores, entre otros expertos, la mayoría de la ENCRyM, aunque también se recibe apoyo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) o universidades privadas”.

Desde 2016, la escuela mantiene una estrecha vinculación con el MNI para realizar diversos estudios y tareas. En esta ocasión, los alumnos trabajan en la escultura de un león hecho de piedra toba que adorna la escalera ubicada en el Portal de Peregrinos. La pieza podría corresponder al siglo XVIII y quizá fue parte de una fuente virreinal, ya que en la parte del hocico presenta un orificio por donde se cree salía el agua.

“Debido a que los visitantes al museo lo tocan constantemente, tiene grasa impregnada en la superficie, por lo que se realizará una limpieza a base de geles y disolventes; actualmente se le aplica una mezcla de pulpa de papel para la extracción de sales solubles que lo han dañado y también se buscará eliminar intervenciones previas hechas con cemento”, señaló la maestra Martha Isabel Tapia.

En esa área del ex convento, los alumnos se ocupan también de una piedra toba (1.10x94x55 centímetros) que pudo ser parte de la fachada de algún templo; posee el relieve de un ángel que carga una filacteria con la palabra “Gloria” y tiene restos de pintura. Al igual que al león, se le aplica mezcla de pulpa de papel con la finalidad de desalinizarla y se hará el fijado de la capa pictórica.

“La pieza quizá date de los siglos XVII o XVIII, aún está en la etapa de la investigación histórica. Lo complicado de muchas de las piezas del MNI es que están descontextualizadas”, explicó.

Con apoyo de la arquitecta Martha Lameda, en el área del huerto se trabaja en la fuente hecha de piedras ígnea, andesita y toba, adosada a la barda perimetral; probablemente perteneció a una casa señorial. En 2016 se comenzó a analizar el estado de conservación de la fuente, la cual presenta exfoliación en la parte inferior, descamación de la capa pictórica de la venera y problemas de algas en la parte superior.

La maestra de la ENCRyM expuso que durante el curso también se hará la identificación de sales que presenta la fuente, para ver cuáles son las más dañinas y se realizarán probetas para saber si existe alto índice de contaminación.

En el edificio conventual que alberga la Sala Intervención Norteamericana del museo, los especialistas enfocaron los trabajos en tres áreas que durante la época virreinal formaban parte de un conjunto: el lavamanos, la portada de la capilla y una pila de agua.

El lavamanos fue construido a base de diversas piedras como toba, algunas de las cuales cuentan con relieves (probablemente asociados a escudos), y otras con policromía roja, verde y dorada, además de un adorno de talavera.

Bajo supervisión de Monserrat Salinas y Álvaro Santillán, así como el apoyo del geólogo Jaime Torres, se cree que el lavabo fue hecho de distintos elementos que pertenecían a otras construcciones, cuya función era asearse las manos antes de entrar al espacio de la capilla.

En lo alto de él hay una cruz en flor de Liz, único elemento ligado a la iconografía cristiana. Actualmente, se realizan estudios para identificar el tipo de piedras que lo componen y conservar la policromía visible, principalmente en la caja de agua y venera, y reconocer los elementos esculpidos en relieve.

Otro elemento en el que se trabaja es la portada de la capilla, que fue hecha de mampostería de cal y arenas; el relleno es de ladrillo y en su policromía destacan motivos florales. Posee una pila de agua bendita adosada al muro y es el único elemento que alude a una función religiosa.

En ella se prevé consolidar las oquedades, aplanados y pintura mural. Debido a que en este espacio se han ubicado alrededor de diez capas pictóricas —la primera de ellas del siglo XVII y las últimas del XIX y XX— alumnos y profesores harán un estudio amplio para determinar a cuál de ellas se le dará mayor unidad.

Para la identificación de los elementos químicos de los pigmentos, el equipo ha empleado un aparato portátil de fluorescencia de rayos X, el cual emite una especie de gráfica en computadora, que representa la estructura atómica de los elementos que integran la parte señalada.

“Es una especie de huella digital de los electrones que están en los elementos químicos. En los floreros de la capilla se han identificado pigmentos de hierro, tanto rojos como verdes, así como diferentes capas con fondos blancos y grises”, puntualizó el químico Javier Vázquez, quien asesora el proyecto.

Añadió que el análisis permite datar de una manera precisa, ya que cada pigmento corresponde a diferentes momentos de la historia y, por tanto, es posible determinar en qué periodo fue aplicado cierto color. “Algunos pigmentos son modernos, pero debajo hay otros más, lo que indica que hubo intención de retocarlos. La restauración de los floreros se tiene avanzada en 15 por ciento; el reto será concluir las tareas y darle unidad al espacio”, finalizó.

FB
TW
WA
Email
Telegram
Notas relacionadas
Hoy en Unión CDMX