Día de Muertos en Pátzcuaro y Janitzio. Una fiesta para las ánimas

Día de Muertos en Pátzcuaro
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El calendario mexicano marca cada año una serie de celebraciones que no pueden dejarse pasar, como el Día de la Independencia, la Revolución, el Día de Reyes, y otros, pero ninguna tan importante como el Día de Muertos.

Además, cada estado, región, barrio, tiene sus propias festividades, pero la celebración a los fieles difuntos, une a la mayor parte de mexicanos, quienes festejan el retorno de las ánimas de sus seres queridos, aquellos que se adelantaron en el camino.

A esta fiesta, cada región le pone su propio toque característico, como es el caso de las comunidades aledañas al Lago de Pátzcuaro, en Michoacán, quienes destacan por el fervor, con el que llevan a cabo los festejos del Día de Muertos.

En Tzintzuntzan, San Pedro Cucuchucho, Ichupio, Ihuatzio, Santa Fe de la Laguna y la isla de Janitzio, las casas se preparan para la Noche de Ánimas (Anime- cha Kejtzitakua, en purépecha).

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Para ello, realizan ofrendas y altares sencillos, pero cargados de recuerdos y gustos íntimos, como una receta secreta familiar.

Las primeras ofrendas se dedican, entre el 28 y 31 de octubre, y son para los niños y jóvenes que murieron antes de tiempo, los “angelitos”.

Para el 1 y 2 de noviembre, se juntan la familia, los padrinos y los vecinos para conmemorar a sus demás difuntos.

En esta zona, las entradas de algunas casas son adornadas con un gran arco de flores, retacado con plátanos, piñas y otras frutas frescas, panes antropomorfos y objetos personales de quienes estos días regresan como almas.

Las celebraciones incluyen rezos, cantos, mucha comida que se comparte con los visitantes y una procesión.

La flor de cempasúchil inunda con su anaranjado encendido y su aroma esta gran fiesta

Las tumbas y los altares se adornan con abundantes flores de cempasúchil.

El adorno incluye un camino con pétalos de esta flor, que va desde la ofrenda o altar dentro de la casa, hasta la puerta.

Pero los pétalos no se limitan a los hogares. Se esparcen hacia la iglesia y los panteones para marcarles a las ánimas, el camino que deben seguir, para regresar a casa, con los suyos.

El aroma de la ‘flor de 20 pétalos’, se mezcla con el del copal que se quema en pequeños braseros, para que las almas no tengan oportunidad de perderse.

La música tampoco puede faltar, pues se trata de una fiesta y por ello hombres y mujeres bailan y cantan camino al panteón.

Algunos entonan cantos purépechas tradicionales, conocidos como pirekuas, pero lo mismo se escuchan corridos, norteñas y canciones más populares.

Día de Muertos. El día que regresan a la vida quienes sólo se adelantaron un poco

En el panteón, cada tumba también se adorna, en algunas se coloca incluso, la fotografía de quien ahí yace.

Muchas familias trasladan hasta el camposanto la comida que disfrutaba el difunto, para volver a compartir con él, el pan y la sal. El alcohol, tampoco puede faltar.

La tradición señala que se debe pasar la noche en el panteón por lo que se ven fogatas por todos lados, para no quedar a oscuras, pero principalmente para soportar el frío de la madrugada.

Es el día en el que la vida y la muerte van de la mano y nadie teme por ese macabro coqueteo.

Los ajenos a esta tradición, señalan que los mexicanos no le tememos a la muerte, que nos burlamos de ella.

Día de Muertos. Celebración convertida en Patrimonio de la Humanidad

La festividad indígena del Día de Muertos ha sido proclamada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Tal reconocimiento es otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Esta festividad representa uno de los ejemplos más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo. Así como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor plenitud de los grupos indígenas que actualmente habitan en nuestro país.

Las festividades indígenas en torno a los muertos tienen lugar en un grupo de territorios localizados en la región centro-sur de México. Aquí son comparadas con poblaciones no indígenas que habitan de manera conjunta los mismos espacios.

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