El distanciamiento social al que obligó la pandemia de Covid-19 obligó a que las personas perdieran el contacto directo y la interacción social, pero una vez superada esta etapa las relaciones se vuelven a retomar.
Patricia Bedolla Miranda, del Programa de Sexualidad Humana de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, señala que tras la pandemia, es indispensable que los jóvenes puedan retomar sus relaciones de pareja con una mirada más solidaria y un abierto rechazo al machismo, la misoginia y la violencia de género.
Agregando que la pandemia permitió identificar problemas muy serios que sigue enfrentando la juventud en sus relaciones sentimentales.
Los cuales se agudizaron durante el encierro, como la violencia intrafamiliar y los diferentes tipos de violencia presentes durante el noviazgo, destacó.
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Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), señalan que 3 de cada 10 adolescentes reconocen haber padecido violencia en el noviazgo.
En el caso de México, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo, 76 por ciento de las adolescentes de entre 15 y 17 años han sufrido, en sus relaciones de pareja, violencia psicológica, 17 por ciento de tipo sexual y 15 por ciento física.
Bedolla Miranda mencionó que en el caso de la violencia sexual se debe terminar con los estereotipos en los que los jóvenes varones tienden a mostrarse y manifestarse activamente para resaltar su virilidad en un intercambio sexual.
Y se olvida que el concepto de sexualidad tiene una connotación mucho más amplia en donde no necesariamente la mayor satisfacción está en el intercambio coital.
Sino también se puede experimentar con nuevas formas de erotismo, logrando un conocimiento pleno del otro, de sus experiencias, de sus vivencias y de sus sentimientos.
Las enseñanzas que dejó la pandemia de Covid-19 en torno a las relaciones
La académica de la UNAM refiere que con la pedagogía que dejó la pandemia, se identificaron varios problemas relacionados con la masculinidad tradicional.
Y es que esta busca mantener el control y el dominio en una relación.
Pero también permitió explorar nuevas experiencias para enfrentarlos, con cambios aparentemente muy sutiles, pero que son fundantes.
Por ejemplo, ver al otro con más generosidad, aceptar un no como respuesta, en el caso de los varones con sus parejas, para tener relaciones más empáticas y flexibles.
“Al retomar las relaciones afectivas y de pareja, los jóvenes tienen la oportunidad de ejercer nuevas masculinidades y nuevas feminidades que permiten la validación de un reconocimiento del otro y asumir un vínculo erótico más cercano, empático y solidario. Aprender también un poco más sobre lo que es necesario entender por erotismo o por amor.
En donde justamente de esta experiencia erótica lo que se debe sustraer es toda relación de poder.
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Y es a partir de rechazar el control y dominio de esas relaciones como se puede permitir que aparezca el otro, para tener actividades eróticas mucho más plenas”, puntualizó.
Sobre el tipo de educación sexual que se imparte en las escuelas, consideró que hay un debate con un sin fin de posturas acerca de lo que se debe o no enseñar sobre sexualidad, y en ese sentido, todavía somos una sociedad victoriana.
Pareciera que al hablar de sexualidad nos viene la concepción de un intercambio sexual y se piensa que, al dar información sobre este tema, no sólo biológica sino también de relaciones afectivas, de actitudes o comportamientos con enfoque de género, entonces se vuelve un tema ideológico y moral con muchas complicaciones.
“Por eso es importante en principio hablar de una ética feminista en el sentido de que tendrá que evidenciar que no es lo mismo tener un cuerpo que se etiqueta como varón, a tener uno que lo hace como mujer y que eso nos lleva a mirar el mundo de manera diferente.
La diferencia en las relaciones nunca debe ser un problema
La diferencia no debería ser el problema porque todos somos diferentes, cuando una diferencia causa temor se considera un riesgo y se intenta eliminar, y es entonces donde está la importancia de la educación, para poder incorporar a la otra persona con la que te puedes espejear y esto no te cause temor, miedo y enojo o necesidad de destrucción”, subrayó la académica.
Es fundamental apostarle a una educación más abierta, siempre pensando y teniendo claros los objetivos y a quien vamos a educar.
Y en este caso, debemos considerar que las y los jóvenes también traen una historia y una experiencia propia que se debe respetar y, a partir de ahí, hacer un esfuerzo para sensibilizarlos en temas como el acoso sexual y la violencia de género: “validar ese conocimiento a través de actos de resistencias en contra de esos androcentrismos, de esos machismos, y de esa misoginia, porque nos debemos amor y respeto, nos lo merecemos y más nuestros jóvenes”, concluyó.