El misterioso fantasma de Venustiano Carranza

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Ocho días después del asesinato del presidente Venustiano Carranza, el general Álvaro Obregón recibió una carta que lo dejó un tanto perplejo. 

Una mujer, Nora André, le escribió el 29 de mayo de 1920: “Sentí un deber con mi país, con su país, con la humanidad y con Dios de darle este mensaje del presidente Carranza”.

Venustiano Carranza había sido asesinado el 21 de mayo de 1920, en Tlaxcalantongo, Puebla; los culpables materiales del crimen eran las tropas que comandó el general poblano Rodolfo Herrero. Eso lo sabía muy bien Obregón, quien semanas antes del crimen se sublevó contra Carranza al amparo del Plan de Agua Prieta, y a quien varios señalaban como el autor intelectual del crimen.

El mensaje que Nora André quería transmitir a Obregón se lo había dictado el fantasma de Carranza. Al menos así se lo hizo saber la mujer en su carta.

“Tengo que contarle una maravillosa revelación. Me he comunicado con el espíritu de Venustiano Carranza. Me dio un mensaje para usted y me preguntó si podía enviárselo”.

Según Nora André, el lunes 24 de mayo comenzó a escuchar al espíritu de Carranza quien en distintos momentos del día le susurró el nombre de “Bonillas, Bonillas”. Días más tarde don Venustiano Carranza se manifestó y frente a ella le dijo:

“Vengo en nombre de la justicia, a poner en guardia al gobierno y a callar los falsos rumores sobre mi asesinato. Sea usted tan amable de escribir al general Álvaro Obregón y dígale que mi jefe del gabinete conspiró para asesinarme. La persona que me disparó fue Ignacio Bonillas. El General Nogales trató de defenderme, pero Bonillas lo mató primero a él y luego a mí. Rodolfo Herrero no es culpable del asesinato”.

El fantasma que Nora André dijo ver seguramente estaba muy confundido porque Ignacio Bonillas fue un incondicional de Carranza; su caracter afable y su lealtad a toda prueba al presidente le valieron el apodo de “flor de té”. 

El verdadero autor material del crimen fue Herrero, quien con alevosía y ventaja acribilló al presidente cuando descansaba en una choza en la madrugada.

Después de la sopresa inicial, Álvaro Obregón hizo archivar la extraña carta y se olvidó del incómodo fantasma de quien fue su adversario político en sus últimos meses de vida. (Con información de WikiMéxico)

 

 

 

 

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