Visiones de la muerte, en el Museo de las Culturas del Mundo

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Visiones de la muerte en el mundo es una exposición que se exhibe en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM).

 

En varias culturas del planeta, la muerte no significa el fin de la existencia humana, sino la continuidad y renovación del eterno ciclo de la vida. A través del  tiempo, las ideas en torno a ella se han materializado en ritos funerarios y festividades. 

Conformada por alrededor de 130 objetos, entre fotografías, altares y piezas históricas pertenecientes en su mayoría a la colección del MNCM, la exposición acerca al visitante a la percepción que se tiene de la muerte en los países de Egipto, Mali (África); China, Corea y Japón (Asia), Papúa Nueva Guinea (Oceanía); México, Perú y Haití (América).

Dividida en nueve módulos temáticos, el recorrido inicia por el Egipto faraónico (c. 2700 a 1100 a. C.). Los egipcios pensaban que así como el sol “muere” por el poniente y “renace” por el oriente cada día, las personas podían renacer en el “más allá” y tener vida eterna, ellos preparaban su tumba y ajuar funerario de acuerdo con la posición social del individuo. En el periodo Reino Medio (c. 2000 a 1800 a.C.) se creía que la persona se “transfiguraba” en el propio dios Osiris y obtenía la inmortalidad.

La segunda sección se dedica al Rito funerario “dama”, el último adiós a los difuntos, entre la cultura Dogón, de Mali, cuyas máscaras awason son el elemento central de las grandes ceremonias funerarias llamadas dama, que duran varios días e indican el levantamiento del duelo por quienes han muerto. Se efectúan cada dos o tres años al terminar la temporada de cosecha y los participantes usan máscaras que representan animales mitológicos, cuya función es separar el espíritu de los muertos del mundo de los vivos. Destacan máscaras como la de antílope walu, uno de los primeros animales cazados por el hombre, y la kanaga, que representa un pájaro en pleno vuelo o la danza de la creación del mundo, ambas elaboradas de madera con pigmentos, s. XX.

En China (apartado tres), entre el  4 y 6 de abril se realiza el Qingming-Festival de los difuntos, fiesta nacional cuyo origen se remonta a más de 2,500 años; su nombre significa “claro y brillante”, debido a que se lleva a cabo a mediados de la primavera, época propicia para arar y sembrar. Los chinos veneran a los ancestros ante unas tablillas con su nombre colocadas en sus tumbas, les ofrendan flores y alimentos, y queman incienso y dinero de papel para elevar con el humo sus plegarias, pidiéndoles salud, bienestar y prosperidad.

Se aprecian dos piezas que ilustran la clásica imagen de la “Rueda de la Vida” o ciclo de la existencia: Thangka, pintura sobre seda, cuyas ilustraciones basadas en las enseñanzas budistas representan a Yama, una iracunda personificación del Señor de la Muerte, así como 12 escenas que aluden al ciclo de vida, desde el nacimiento hasta la vejez y la muerte, entre otros elementos.

La segunda obra es una placa de metal labrado que incluye a los 12 animales del zodiaco chino, los ocho símbolos auspiciosos o de prosperidad budista y, en el círculo central, tres animales que representan los “tres venenos”, es decir, las principales emociones aflictivas. Ambas piezas son del siglo XX.

La muestra continúa con la recreación del Ciclo funerario “malanggan”, una segunda muerte (cuarto módulo), que se realiza en la isla de Nueva Irlanda, Papúa Nueva Guinea. Este complejo ritual puede ocurrir hasta diez años después de la muerte del individuo —por lo que no se tiene fecha precisa para su realización— y dura varias semanas, periodo en el cual se elaboran figuras y máscaras que representan el linaje o rango del difunto.

Las esculturas y máscaras son talladas en madera, tejidas con vainas y fibras o modeladas con arcilla, y se pintan. Sobresale la efigie malanggan, que representa a un hombre que es engullido por un pez, pero regresa al mundo por medio del mar; un poste de casi tres metros, hecho de madera, resina, carrizo y pigmentos, usado en dicho ciclo funerario; y dos cráneos sobremodelados; todas las piezas son del siglo XIX.

El Obon- festival de los difuntos en Japón (quinto segmento) se celebra del 13 al 15 de agosto del calendario gregoriano. Es una tradición budista que data del siglo VII y en ella los japoneses acostumbran limpiar sus casas y colocar en el altar llamado butsudan diversos alimentos y frutos, así como linternas o faroles y arreglos florales. Durante el Obon se llevan a cabo alegres danzas tradicionales llamadas Bon odori, para dar la bienvenida a los antepasados.

La maestra Silvia Seligson dijo que en Japón hay la idea de que la gente que murió prematuramente, en accidentes o de forma violenta, queda con odio, resentimiento y/o deseos de venganza; esas emociones les impiden descansar en paz, entonces se manifiestan como espíritus.

Por ello, se colocaron en la muestra estampas de los siglos XVIII y XIX, llamadas ukiyo-e; y un óleo sobre tela (1968) con la representación de un personaje femenino del teatro Noh, que ilustran las formas de fantasmas que pueden asumir estos seres.

La muerte jocosa, los gédé en Haití (sexto apartado) se realiza los primeros días de noviembre; la gente se caracteriza de espíritus de la muerte o gédé e invaden los cementerios, calles y mercados. En la muestra se montó un altar dedicado al Barón Samedi, que en la cultura Vudú de Haití es el espíritu principal de los muertos, generalmente se le retrata con lentes negros, sombrero de copa, traje smokin y rostro de calavera. Los elementos que aparecen son botellas de ron, cigarrillos y una cruz de hierro (acervo del Museo Nacional de Culturas Populares), que representa las encrucijadas de los caminos entre “el más allá” y el mundo material.

La conmemoración de los difuntos en Perú (módulo siete) es el 1 y 2 de noviembre. Se levanta un altar en el hogar adornado con flores, retratos de los difuntos, objetos religiosos, frutas, bebidas y un pan de trigo llamado en lengua quechua tanta wawa. Destaca la instalación de una momia original Inca y su fardo funerario (colección MNCM, periodo del contacto, aprox. 1545). Este pueblo creía que el cuerpo inerte debía permanecer intacto y para ello debía momificarse.

La octava sección La festividad indígena dedicada a los muertos: Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es dedicada a México. Fue instalado un altar tradicional compuesto de siete niveles, en el primero es visible un cráneo de barro pintado, que alude al difunto; el nivel dos se enfoca a las ánimas del purgatorio; en el tres aparece la sal para la purificación; en el cuatro, pan de muerto; en el cinco hay frutas; en el sexto, calaveras de unicel decoradas; y en el séptimo una cruz de sal. Se complementa con flores de cempasúchil, velas y papel picado.

El recorrido cierra con Chuseok, festejo para los antepasados en Corea, fiesta nacional basada en el calendario lunar que se realiza al término del verano y en el levantamiento de la cosecha. Este año fue el 24 de septiembre. Por la mañana, se efectúa un rito denominado charye; para ello, las tablillas con los nombres de los difuntos son colocadas en el altar doméstico junto con ofrendas consistentes en arroz y frutos.

Los miembros de la familia portan indumentaria tradicional hanbok y agradecen a los ancestros la nueva cosecha. Después de la comida ofrendada visitan las tumbas y por la noche disfrutan de actividades tradicionales como samulnori, ensamble de percusiones, talchum, danza con máscaras y ssireum, un tipo de lucha coreana.

Cada módulo posee un collage fotográfico de la ritualidad funeraria. La sección de Egipto fue curada por Gerardo Taber; China, Corea y Japón por Silvia Seligson, con apoyo de Dahil Melgar para el caso del país del sol naciente; Haití, Mali y Papúa Nueva Guinea, a cargo deRaffaela Cedraschi; Perú por Carmela Lóp
ez; y México por el equipo de Comunicación Educativa del museo.

Visiones de la muerte en el mundo permanecerá hasta febrero de 2019 en la Antigua Sala de Monolitos del Museo Nacional de las Culturas del Mundo, ubicado en la calle Moneda No. 13, Centro Histórico de la Ciudad de México. Entrada libre.

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