Los secretos del Templo de Ehécatl en Tlatelolco

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Hace 20 años el Proyecto Tlatelolco comenzó la instrumentación del programa de Protección Técnico Legal, lo que ha permitido registrar más de 35 edificaciones prehispánicas tlatelolcas bajo el asfalto de la contemporánea Ciudad de México. Una de ellas, el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, deidad mexica del viento, que fue descubierto en 2014, abre ahora como una ventana arqueológica que permite asomarse al pasado.

El edificio prehispánico, una plataforma circular de 12 m de diámetro con una plataforma de acceso de 4 m hacia el frente, aumenta la visión de conjunto de lo que fue el recinto ceremonial de Tlatelolco, la que ha venido integrándose a partir de distintos salvamentos arqueológicos, dijo Diego Prieto Hernández, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en la apertura de este nuevo espacio.

Gracias a la participación de una treintena de arqueólogos repartidos en tres equipos de trabajo que posibilitó su excavación, liberación y consolidación, esta ventana arqueológica de 361 m² ya puede visitarse en el subterráneo del centro comercial Plaza Tlatelolco, sobre la Avenida Ricardo Flores Magón. Para el acceso se requiere cita previa llamando a los teléfonos: 5583 6295, 5782 2240 y 7290, o al correo electrónico: [email protected]

El antropólogo Diego Prieto señaló que a las edificaciones que conforman la Zona Arqueológica de Tlatelolco han venido sumándose ventanas arqueológicas, como la Caja de Agua del Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco, que conserva pintura mural que data de los primeros años tras la conquista española; y ahora el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, cuya antigüedad se calcula entre  1376 y 1417 d.C.

Cabe recordar que en 2014, ante la posible presencia de vestigios tlatelolcas, los arqueólogos del INAH aprovecharon la demolición del supermercado El Sardinero para explorar el área.

La sensibilidad de los inversionistas permitió la liberación de los restos bien conservados de la edificación, lo cual demuestra “que el INAH y el patrimonio arqueológico no se oponen, no detienen el desarrollo de las ciudades ni la economía de nuestro país.

“No podemos contraponer equivocadamente modernidad y memoria, innovación versus tradición. Es por ello que requerimos la compresión de la sociedad, de la que también forman parte los empresarios”, expresó Diego Prieto en el acto al que también acudieron Félix Villaseñor Jiménez, director general de Administración Urbana de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi); el arquitecto Lucio Gutiérrez, representante de la empresa constructora del centro comercial; y la arqueóloga Edwina Villegas, titular de la Zona Arqueológica Tlatelolco, y Aída Castilleja, secretaria técnica del INAH.

Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología, coincidió al comentar que “esta ventana arqueológica es un ejemplo de la riqueza patrimonial que subyace en nuestra querida ciudad, y de cómo uniendo deberes y voluntades, se puede lograr hacer convivir la modernidad con ese pasado revelado que nos pertenece a todos”.

Por su parte, el maestro Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH, reconoció a los profesionales que a lo largo del siglo XX impulsaron la excavación de la ciudad gemela de Tenochtitlan, entre ellos, Pablo Martínez del Río, Francisco González Rul y Salvador Guilliem Arroyo, arqueólogo que permanece al frente del Proyecto Arqueológico Tlatelolco.

La exploración del recinto ceremonial de México-Tlatelolco —que medía 400 m por lado—, cuyo aporte más reciente ha sido este Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, es una forma de revelar la resistencia que opuso el pueblo mexica-tlatelolca a los españoles, porque fue aquí donde se libró la última batalla contra los españoles, el 13 de agosto de 1521. De ahí su importancia en el marco de lo que será la conmemoración de los 500 años de la Conquista, refirió Eduardo Matos.

Salvador Guilliem y Juan Carlos Equihua, jefe de campo del salvamento arqueológico, explicaron a los medios de comunicación que este espacio refleja tres momentos distintos en el crecimiento del recinto ceremonial de Tlatelolco, a lo largo de 250 años, aproximadamente.

Debajo del templo circular que el visitante podrá ver, se oculta otro de planta bicónica, único en su tipo para la arquitectura mexica, fuera de El Tajín o Tamuin. Este templo, hecho en piedra de tezontle careada, tiene forma de reloj de arena y data de las primeras décadas del siglo XIV; mide 11.40 m de diámetro y 1.20 m de alto, y debió coronarse con un adoratorio donde estaría una escultura de la deidad del viento.

Ese primer templo fue cubierto tiempo después (entre 1376 y 1417 d.C.) por el de planta mixta que puede observarse.

“Durante el tiempo que estuvo en funciones, el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl estuvo orientado hacia la salida del sol, pues recordemos que la deidad estuvo presente en el nacimiento de Nanahuatzin en Teotihuacan, junto con otros dioses como Xipe Tótec y Chimalma”, indicó el maestro Salvador Guilliem Arroyo.

Este templo circular está circundado por un pasillo y en el extremo que da a la Avenida Flores Magón puede apreciarse la sección de un templo anexo que cruza por debajo de esa vialidad. Es posible que esa estructura tuviera por advocación a las deidades llamadas “ehecatotontin”, a Chimalma o Xipe Tótec, que estaban vinculadas a Ehécatl.

“Los mexicas se liberaron de Azcapotzalco hacia 1428, y emprendieron la expansión de su gran recinto ceremonial en más de 80 m por lado, de manera que hubo un desplazamiento de todos sus edificios, del centro de lo que es el Templo Mayor de Tlatelolco, hacia sus cuatro colindancias.

“Justamente cuando se da este crecimiento, es que este templo circular deja de funcionar como centro de barrio, para ser parte del gran recinto ceremonial. Es arrasado por los mismos mexica-tlatelolcas, quienes construyen el límite del centro ceremonial encima de él”, detalla Salvador Guilliem, director del Proyecto Tlatelolco.

“Encontramos muchos rellenos porque los mismos tlatelolcas cancelaron este espacio, clausuraron para construir lo que nosotros llamamos la tercera etapa”, intervino Juan Carlos Equihua.

Además de esta destrucción intencionada por parte de los tlatelolcas, en el espacio explorado es observable el arrasamiento que llevaron a cabo los conquistadores españoles en 1521, para vencer el último reducto de la resistencia mexica: Tlatelolco, en particular de las estructuras cercanas a la calzada que comunicaba con Nonoalco. Una zona que en la década de los 60 del siglo XX, también se vio afectada durante los trabajos de construcción de la Unidad Habitacional Tlatelolco y la apertura de la Avenida Ricardo Flores Magón.

A distintos niveles y partes del Templo de Ehécatl, se localizó una veintena de entierros que en total contuvieron los restos de 32 individuos, en su mayoría adultos que fueron colocados en posición decúbito dorsal (bocarriba) y lateral (de lado). Treinta por ciento correspondió a individuos que al momento de la muerte se encontraba en la primera y segunda infancia, la mayor parte fueron dispuestos en ollas.

Entre los entierros destacó el hallazgo de una cista-ofrenda en el acceso oriental del templo que contenía la osamenta de un recién nacido, huesos de ave, obsidiana, espinas de maguey, restos de copal y una cuenta circular de piedra verde, además de otra olla cercana al sitio con malacates, incensarios y figuras de cerámica con representaciones de monos y picos de pato, representaciones vinculadas a Ehécatl-Quetzalcóatl, dios que barre las cielos para atraer la lluvia. 

 

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